Belén Rodríguez

Cuando mi amigo Perrucho dice que algo es bueno, a mí no me cabe duda. Confío ciegamente en su criterio. Así que, cuando recibí su correo hablándonos de su amiga Belén Rodríguez, decidí dar valor a esa confianza y plantarme a conocer su trabajo.

Belén es fotógrafa. Una artista. De esas que son capaces de captar con su cámara pequeños instantes que te roban el aliento. Pasando las páginas de su carpeta me enamoré. No hay una temática definida, solo es el momento. Aunque, para los amantes de la música, creo que en ella encontraríais el maridaje perfecto en vuestras horas de escucha.

Para todos los madrileños, y para los que lo sois de adopción, una recomendación para empezar bien el fin de semana: ¡comprobadlo por vosotros mismos! Esta tarde montará de nuevo su tenderete en la Plaza del 2 de Mayo, en el barrio Maravillas (Malasaña, para los que somos más de copas).

No solo descubriréis a la artista, también a la persona. Merece la pena.

Para aquellos que no tengáis la opción, otra recomendación: durante el mes de noviembre expondrá unas cuantas de sus imágenes en My Room, en RIAD, un café-tetería en la Travesía Trujillos, 2. Cierra los lunes, pero el resto de la semana podréis disfrutar de un buen café mientras paseáis la mirada y la empapáis de belleza.

Y un día, que seguro llegará, cuando Belén sea una artista famosa y reputada, podréis decir: “claro, yo la conozco, nunca tuve dudas, sabía que llegaría lejos”.

Otra de prendas íntimas

Esta semana va de ropa íntima. Y es que, ¿qué culpa tengo yo de que la Madre Naturaleza me haya dotado de semejante personalidad?

Hubo un tiempo en el que, por increible que pueda parecer, yo estaba delgada. Diría más, extremadamente delgada, asquerosamente delgada. E, incluso así, mi abuela, que es mujer de pocos pelos en la lengua, me miraba y decía: «hija mía, qué desgracia, has sacado mi culo». Su culo y las tetas de mi otra abuela, así que soy generosa por delante y por detrás.

Hace muchos años que renuncié a los pantalones. Si mi culo entra me bailan de cintura, y como no soy de cinturón (no soy de apreturas, ataduras y demás), pues prefiero las faldas o los vestidos. Pero cuando llega el crudo invierno a una no le apetece lo de las medias, así que he encontrado una solución medianamente decente y que tiene su doble vertiente de provecho: los pantalones de embarazada, ¡todo un acierto! Aunque no era de este tema del que quería hablar…

Resulta que yo ODIO ir de compras, y si se trata de comprar ropa aún más. Y si hay una prenda que odio profundamente ir a comprar es una de la que no puedo prescindir: el sujetador. Si me gusta, no hay de mi talla; si hay de mi talla es una prenda horrorosa tipo corsé de abuela. Cada vez que encuentro uno con el que me siento cómoda compro varios y los gasto hasta el infinito (es decir, hasta que se rompe o se sale el puto aro -¡Por favor! Que hemos puesto una sonda en Marte, ¿cómo es posible que nadie haya solucionado el problema de los aros?).

Mis quejas en este sentido son públicas, así que, hace unos días, 7ven me trajo una publicidad: «Flory Rodríguez: especializados en sujetadores de tallas grandes.» ¡Bravo! Pensé, allá que voy.

¡Qué decepción más grande! Resulta que es una mercería de las de toda la vida. De esas a las que voy yo a lloriquear desde que cerraron la mía de siempre, la de «nena, unas bragas normalitas, sin encajes ni historias que luego pica, y de algodón, que la lycra da un frío que no lo aguanto».

Las merceras tienen un don especial. Te miran y dicen: 105, copa D. ¡Increíble! Siempre aciertan. Entonces empiezan a sacar cajitas blancas y, de sus interiores, sujetadores (casi siempre horrorosos) envueltos en papel de seda. «A ver qué te parece este». Mis comentarios son del tipo: «tiene el tirante muy estrecho, con este peso se me clavará en el hombro», «no lo quiero con relleno, que ya llevo yo suficiente», «tiene que ser con aros, evidentemente», «ese color es de vieja», «así va a parecer que voy encorsetada». Mi mercera tenía una paciencia infinita, y era capaz de sacarme doscientas cajitas hasta que dábamos con el adecuado. Y hay llegaba el palo: son 35 (mínimo). ¡Hay que joderse! Me llevo uno que me medio convence, cuando los hay monísimos por 12 en cualquier tienducha, eso sí, solo hasta la 95, y copa B. Hasta ahí llega el abecedario de los sujetadores a granel.

Volvamos a Flory. No solo es una mercería cualquiera, de esas que acaban poniendo un cartel con mi foto y una señal de «prohibido pasar» encima. Sino que además, tras el mostrador, había un hombre. ¡No señor! Por ahí no paso. No voy a dejar que un tipo me mire fijamente las tetas para adivinar mi talla y luego opine sobre si me sienta o no me sienta bien el sujetador de marras. Igual peco de… ¿qué es lo contrario de machista? No es feminista, porque entonces me parecería estupendo que un hombre pueda vender sujetadores… O me lo parece, pero para la que lo quiera, que yo paso.

Así que, frustrada, con este sujetador que ya se cae a pedazos de lo viejo que está, cuyos aros amenazan con asomar, y pensando en la mercería del a calle Ibiza, donde está esa mujer tan simpática y por el momento, paciente, me di media vuelta para no volver.

Otro día será.

De manguitos y guanteras con sorpresa

Pues sí, sigo sin dormir. Ahora, más que nada, por falta de tiempo. Cada día me levanto soñando con la siesta que me voy a echar, y todo queda en eso, en un sueño, pero de los que uno tiene despierto. Que sí, que está muy bien, pero no es lo mismo, y una empieza a echar de menos esos que se tienen dormida, aunque acabes flipándolo con clones maricas que te enredan la vida.

Los viernes intento llevarme el coche. La vuelta a casa es horrible si no lo hago. Larga espera al bus, horas de atasco… Mejor mi pelotilla, M50, velocidad crucero y a disfrutar de mis montañas al ritmo que marque la radio.

Aquel viernes estaba especialmente cansada. Necesitaba con URGENCIA unas horas de sueño. Y me las prometía muy felices. Ya casi podía ver mi pueblo, después de 40 minutos al volante… Y mi pelotilla decide hacerme un raro. Entre Lola y Pepe ya me tienen acostumbrada a las sorpresas, así que no me asusté mucho. Al segundo raro ya sí que empecé a sospechar, y cuando en la subida de la M103, a escasos 2 km de mi casa, el coche empezó a perder potencia -yo venga a reducir y reducir- hasta la muerte, mis sospechas se conviritieron en certidumbre. «De aquí no me muevo».

Y allí nos quedamos, en plena subida, en toda la curva. Resignada, me puse mi chaleco naranja, que combinaba perfectamente con mi camiseta naranja Halloween, saqué mi triángulo, conté 70 pasos, lo coloqué, volví, me metí en el coche, me puse el cinturón e inicié el procedimiento.

7ven, me he quedado tirada, no tengo casi saldo ni batería, por favor, llama al seguro (…).
-¡¡¡jfoeiruutofehdofei!!!!

Yo, a lo Monty Python: «always look at the bright side of life», pensé: ¡qué bien! por fin un tiempo que puedo dedicar a algo que siempre dejo pendiente, leer el periódico.

Llega el chico de la grúa.

-Espera, que voy a coger los papeles del coche.

¡Horror! Junto con los papeles saco las bragas que, desde aquel incidente con la nieve, llevo siempre en la guantera.

Me empiezo a reír. No le voy a dar explicaciones, porque no van a ser creíbles, está claro. Que imagine lo que quiera. Seguro que me convertiré en su anécdota de la noche.

Llegamos al taller.

-Juanma, que me he vuelto a quedar tirada.
-¿El 206?
-¡Acertaste!
-Bueno, espera a que venga Raquel y ahora en un rato lo pasamos dentro…

Raquel llega al poquito. Entre risas le cuento todo, incluido el episodio de las bragas.

-Podrías llevarlas en el maletero, que no canta tanto.
-Toda la razón (las bragas siguen en la guantera).
-¿Qué tal vas con el libro? -Mi respuesta a esta pregunta tan trillada está automatizada.

Conversamos un poquito más y, por fin, pongo rumbo a mi hogar. Da igual que se haya pasado la hora. Voy a dormir sí o sí. Estoy muy cansada…

Y me dormí.

PD: El manguito del no-sé-qué. Si ya se lo digo yo a Lola, que grite todo lo que quiera, pero que no enrede, que ella de mecánica no sabe, y me la acaba liando, pero bien liada.

Testamento vital

Yo, en plena posesión de mis facultades, en presencia de todos los que lo leáis, declaro que:

No quiero llegar a ser una vieja que babea, se mea encima, no rige y no es capaz ni de recordar su nombre. Ya sabéis, un par de gramos y asunto arreglado.

No quiero pasarme los últimos días, meses, años de mi vida con una máquina que respire por mí, una sonda que trague por mí, un pañal que me cambie una auxiliar malhumorada con menos frecuencia de la debida y llena de escaras.

Cuando muera, importante, no quiero flores. No quiero que me expongan en un ojo de buey ni que el duelo público dure más de lo imprescindible. Quiero la caja más barata, una de cartón en lugar de urna, y que mis cenizas se esparzan en miña terra. Un buen lugar es cualquier punto de la carretera Baiona – La Guardia, en el monte, mirando al mar, para poder disfrutar de los atardeceres el resto de mi no vida. Y de mi mar, pero sin pasarme la eternidad empapada y zarandeada por las olas.

Y mis cosas, pues haced con ellas lo que queráis, yo recomendaría un gran contenedor y todo a la basura. ¡Qué más dará!

Una de polémica

El otro día me reprocharon lo poco que publico mío últimamente… Pero es que estoy con el cerebro en mil sitios y, además, hay GRANDES PERSONAS que se merecen mis miserables homenajes (y otros muchos mayores, pero yo no puedo ir más allá). En fin, aquí tenéis algo mío.

Sí, tengo ganas de polémica, y como no me apetece hablar de política (aunque me pica estudiar a fondo los motivos de esos cambios en el gobierno de este país), pues voy a decir algo que siempre levanta ampollas: cualquier canción de Bob Dylan gana mucho cantada por otro/s.

Ahí queda eso:

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Es mi cumpleaños -regálame agua

No, no es mi cumpleaños. Es o fue el de un amigo virtual y real, Daniel Hare, que, además, es un artistazo de la cabeza a los pies, un tipo valiente y una persona de lo más interesante. Y, por qué no, de esa generación, la del 78, que ha dado tantas cosas buenas (adivinen mi año de nacimiento).

Copio y pego:

No sé si la vida me sonríe o soy yo quien le sonríe a ella y por eso siento que me va todo estupendamente.

Lo que sí sé es que hoy cumplo 32 y sí, soy de esos tipos a los que preguntas qué quieren por su cumpleaños y te responden que nada. Lo dicho, la vida me va estupendamente.

Y es cierto, no necesito nada. Tengo gente que me quiere y a la que quiero, mucho más que mis necesidades básicas cubiertas y “alguna” guitarrilla.

Pero este año y sin que me preguntes, voy a pedirte algo, voy a perdirte agua.

He decidido unirme a los chicos de Charitywater que se dedican a hacer pozos de agua en África y “donar” mi cumpleaños.

Así que amigos y familiares anímense, no se devanen la cabeza pensando en qué regalarme y regálenme agua. Entren en la microsite www.mycharitywater.org/danielhare y donen por favor.

La campaña estará funcionando hasta final de mes (todavía sigue activa)., para que nos dé tiempo a todos, y se puede donar cualquier cantidad, desde 1 dólar. Es impresionante lo que unos pocos dólares pueden hacer.

Y como está muy feo eso de pedir sin más, yo ya hecho mi primera donación a la campaña, mi autorregalo de este año.

Un abrazo,

Hare

No me negarán que la iniciativa es cojonuda. Si de repente sienten que tienen que hacer algo por el mundo, o simplemente les sobra ese dólar que siempre sobra y no saben qué hacer con él, este es un buen lugar para gastarlo.

Aquí les dejo, para su deleite, la prueba irrefutable de lo pedazo de artista que es este SEÑOR:

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Y una versión genial de un artista genial. La cosa va de genios:

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Que ustedes lo disfruten. Música, bálsamo para el alma (si es que la hay).

Entrada y salida

Miguel, del blog El mundo de Ana Pedraza y Miguel Ángel Chico, me prestó sus palabras, que siempre da gusto leer, que te suelen sacar una sonrisa, o una carcajada, y que muchas veces emocionan. Estas lo hacen hasta la lágrima. Muchas gracias por dejármelas.

Entrada y salida

Aquel viejo, que agonizaba en una sala del hospital, estaba perdido para la medicina. El médico había dicho a los familiares que la muerte era cuestión de horas, un día a lo sumo. Su organismo estaba fallando y no había vuelta atrás, como una serpiente de fichas del dominó, que caen una detrás de otra y se aproximan al final, cuando cae la última. «Vayan adelantando los trámites del entierro», sentenció el doctor.

Morir con 85 años no es morir joven precisamente. Son muchos días, muchas horas, muchos minutos… muchas cosas que recordar… pero, ¿quien se puede acordar de todo lo recordable, a los 85 años de edad?

Oigo voces pero no las reconozco, retumban en mis tímpanos, me molestan, sólo acierto a comprender mi nombre, ¿estarán hablando de mi?

El dia que te marchaste, me dejaste huérfano. A donde quiera que fueras, si es que vamos a algún sítio, porque cariño, nadie ha vuelto después de la muerte a decirnos como es aquello, por lo menos que yo sepa; te decía, que a donde quiera que estés, ojalá seas feliz, o estés feliz, o te hagan feliz, o todo junto. Yo quedé aquí, con los hijos, con los nietos, arropándome, no me puedo quejar, pero dejé de ser yo y me convirtí en mi caricatura, 45 años son muchos años, y si lo hicimos bien o mal, a pocos les importa, creo que lo intentamos hacer bien, y aunque no todo fue perfecto, tampoco nos podemos quejar. Yo, sólamente espero.

¡Un nieto!, ¡JAAAAAAAAJAAAA!, ¿te lo puedes creer Pedro?, ¡querido amigo!, ¡mi primer nieto!, ¡vaya un cebón que parió mi hija Lola!, ¡¡pobrecilla!!, 4 kilos y medio, ¡vamos a fumarnos un purazo y a emborracharnos, me da igual lo que diga Leonor y mis hijos!, ¡coño, qué ha nacido mi primer nieto!

¡Estoy despedido!, ¡así por la buenas!, ¿¡qué coño sabrás tú?, ¡niñato engominado de mierda!, ¿qué pasa?, ¿20 años al servicio de la empresa no es nada?, ¿a donde voy con 50 años?, ¡soy un viejo para la vida laboral!

¿Que vas a dejar los estudios?, ¿¡estás loco!?, ¡tú no eres mi hijo, eres mi pesadilla!

¡Joder Leonor!, ¿otra vez te has quedado embarazada?, ya tenemos 3 y viene otro, buff, tendré que echar horas, a ver como nos organizamos, porque tú también trabajas, bueno, entre los abuelos nos apañaremos. ¡Ya te dije que no compraras los condones en mercadillo!, ¡que en esas cosas no se ahorra!

¿Quieres a Leonor por esposa, hasta que la muerte os separe, y …….? Sí, quiero.

¿Así que tú te llamas Leonor?, ¿tienes novio, u hombre que te pretenda?

¡Papá, papá, ya soy tornero, mira, tengo el título, y encima me han admitido en Pegaso!, ¡me como el mundoooooo!

¡Ostras!, ¡esto que acabo de hacer dicen que es pecado!, ¡a la mierda los curas!, me voy a cascar otra….

A ver Povedilla, dígame los ríos de España empezando por el norte, y le advierto, ¡como no me los diga bien, tendrá jarabe de palo!

Color rojo, color verde, color azul, (descubriendo los colores)

Abandonando el vientre de su madre, se siente inseguro, «algo» le dice que tiene que salir por un estrecho tunel, oye las voces de su mamá y de su papá, las reconoce, las oía cuando estaba dentro, ¿por qué hay que irse ahora?, ¡aquí no se está mal!, ufff, luz brillante, me oprimo, más voces, ¡no respiro!, ¡¡lloro!!, ¿donde estoy?

Y como si estuviera naciendo de nuevo, el viejo ve un luz al fondo, sobre un fondo negro, entra en un túnel, «nace» de otro manera, abandona la vida y se va.

– ¿Tú eres nieto de Servando Povedilla?

– Sí doctor.

– Lo siento, ya os dijimos que tu abuelo estaba en fase terminal. Ha muerto. Murió hace 30 minutos. Se ha bajado al depósito de cadáveres. Si teneis Seguro de Defunción, es momento de avisarles. Teneis que esperar en la sala, en unos 60 minutos, una enfermera os entregará el Certificado de Defunción. Murió sin dolores.

Buscando el primer trabajo

Hace unos días leí un titular que me heló la sangre. Decía algo así: «Cada vez es mayor el número de mayores de 45 años en busca de su primer empleo».

Primero pensé: «hay que joderse, panda de vagos, chupópteros, vivalavidas…» Pero no me costó más de dos segundos darme cuenta de mi error.

Y entonces lo imaginé:

La señorita funcionaria de la oficina X del INEM, que yo sé que se llama Betty: Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?
La mujer de pelo corto y rizado, teñido de ese horrible color mazorca, con su falda a media pierna, su blusa floreada con hombreras, sus zapatos de bruja, su barriga de cambio hormonal y su bolso a lo Mary Poppins; esta se llama Petra: Venía a solicitar un empleo.
Betty: ¿Estudios?
Petra: Nena, sé escribir y leer, tengo cierto dominio de las matemáticas de andar por casa…
Betty: ¿Experiencia? -Betty se las ve venir, y corta a Doña Petra, que es muy locuaz cuando quiere.
Petra: Pues espere que piense… 30 años de experiencia como cocinera, abogada, juez, enfermera, psicóloga, limpiadora, negociadora, costurera, contable, animadora sociocultural, organizadora de eventos, profesora,…
Betty (escéptica): Una por una, ¿cuánto tiempo dedicó a cada una de estas profesiones?
Petra: ¿Pues no se lo he dicho ya, señorita? 30 años. A tiempo completo y dedicación especial.
Betty: ¿Y puede demostrar toda esta experiencia? Por favor, déjeme los contratos -en su voz hay cierto tono de sorna.
Petra: Contratos no, señorita, pero aquí le dejo mi libro de familia. Llevo 30 años felizmente casada y he echado al mundo 4 retoños. Ahora mi marido se ha quedado sin trabajo, lleva tres años en el paro, ya no hay subsidio al que agarrarse, y comer tenemos que hacerlo todos los días, aunque sean garbanzos. Además, el mayor, con sus 28 añitos, dos retoños, que no vea usted cómo comen los pequeños, y su mujer, han tenido que venirse a vivir con nosotros. Digo, a nuestro piso, que ahora perece dimuto con tanta gente, oiga. Tres habitaciones y estamos hacinados. Verá, el mediano, que estudia en la universidad con una beca, trabaja los fines de semana en una hamburguesería, el único sueldo que entra en casa. Y las dos pequeñas, las mellizas, pues oiga, con sus 12 años ya hacen suficiente. Menuda metedura de pata, para una vez que perdemos en control y mire, de dos en dos nos vienen. Pero son un amor, ¿cómo no quererlas? Así que aquí me tiene, vengo a buscar trabajo. Más trabajo.

Yo soy de ciencias

Y puras.

¿Filosofía? ¿Cómo te puede gustar la filosofía? Pero si tú eres de ciencias.

Joder, pues por eso mismo. Porque yo soy de las que pretenden entender. (Que mi 5 en selectividad me lo gané a fuerza de darle al coco, con la ayuda de mi admirado Jostein Gardner y olvidándome de las tontás de la de «que a la mano cerrada le llamaba puño». Y bien orgullosa que estoy).

Y ¿todo esto? ¿A qué viene? El otro día me explicaba un amigo una determinada característica de su ser a través de algo tan simple como la física. ¡Vaaaale! Que sí, que eso de no puedes ser y estar a la vez es difícil, pero llegará, seguro. Porque hay personas empeñadas en entenderlo, ¡qué cosas! Interesarse por algo tan nimio cuando lo que de verdad importa es (rellenen ustedes el paréntesis, que yo no quiero ofender).

Así que ahí me vi yo, tratando de entender todo este batiburrillo que me ronda, a través de la ciencia que, como dice mi abuelo, «lo mágico de las matemáticas es que un uno siempre es un uno, lo pintes como lo pintes».

Tomemos un vaso de agua, en la que agua es igual a solvente. Probamos el agua. Es salada. Llamemos a la sal soluto.

solvente+soluto=solución (o disolución – curioso lo del di-)

Ahora tomemos de nuevo el vaso de agua como paralelismo de la vida cotidiana, donde el vaso y su contenido son la realidad (otro día trataremos en profundidad el tema de si la realidad existe como verdad objetiva o no), el agua es la realidad subjetiva (o cómo vivimos en nuestras carnes la realidad) y la sal son los problemas que cada uno podamos tener.

Ahora aplicaremos una serie de condiciones de presión y/o temperatura y observemos qué ocurre: la sal deja de estar diluida y se deposita en el fondo del vaso, es decir, los problemas se hacen visibles. A esta circunstancia lo llamaremos precipitante.

Ergo… el precipitante no es la solución (ni la disolución). Solo si nos engañamos lo suficiente podemos echarle la culpa al precipitante de la aparición de la sal, ¡como si se formara por generación espontánea! Seamos realistas, la sal ya estaba ahí, y la entrada en escena del precipitante solo la saca a la luz, o peor, la deposita en el fondo, donde parece que no tiene importancia. Pero, ¡joder! Sigue ahí. No va a desaparecer por arte de magia. Recuerden, hablamos de ciencia.

Supongo que no me explico, pero yo me entiendo. Sigo…

Recuerdo con mucho cariño a mi profe de Química: «no toquéis la probeta, que el nitrato de plata mancha y mañana tendréis las manos negras». ¡Qué peligroso el «no toquéis»! La consecuencia evidente fue que, las más curiosas o imprudentes, llámenlo como ustedes quieran, aparecimos con las manos llenas de manchas negras.

Quiero decir: la sal sigue ahí. El problema, por más que se evidencie, o por más que lo queramos enterrar en el fondo del vaso, no muta. Entonces, ¿qué hacemos? ¡Jabón! Es decir, transformar lo que tenemos, buscar los ingredientes que nos faltan, mezclarlos correctamente, et voilà!

Igual el esfuerzo es supremo y nos vamos a encontrar con muchas dificultades: extraer la sal de la disolución (igual, mediante la evaporación, podemos hacer desaparecer el agua momentáneamente, pero ese pedazo de realidad subjetiva lo tendremos que recuperar, es un ingrediente más), tornar esa sal a sosa (curioso juego de palabras), hacernos con un buen chorro de aceite, preferiblemente usado, que ya tiene mundo y con la sabiduría que dan los años seguro que puede aportar algo positivo, etc.

Porque hay algo que es impepinable: si queremos cambiar, debemos cambiar. Parece de cajón de madera de pino, pero piénsenlo, ¿cuántas veces se quejan de tal y cuál y luego no mueven un dedo para que tal o cuál desaparezcan, muten, cambien, se transformen?

¡Equipo!

Feliz fin de semana

La vida novelada

Tengo que preparar una tortilla… Mis tortillas son excelentes, soy una gran cocinera.

Estaba pensando, ¿y por qué no? Mira que soy rutinaria. Resulta que me apetecía escribir, escribiros, pero claro, hoy ya había publicado (algo que quizás debió de quedarse en la recámara, pero está hecho). ¿Y por qué no voy a volver a publicar?

Y todo por Lola (también pueden consultar más información aquí y aquí ). Mi Lola, señores, ha vuelto. Siempre vuelve. Supongo que es una señal (igual es solo que ya empieza a hacer frío). Siempre siento que estamos descoordinadas. La pobre Lolita vuelve a sufrir su mal de amores, debe ser cosa de banshees, que nunca aprenden. Pepe y yo la hemos recibido con los brazos abiertos, la echábamos mucho de menos. A pesar de que sus gritos son de lo más insoportables…

Lola y Pepe pertenecen a mi mundo paralelo, ese en el que mis gatos me responden cuando les cuento mis historietas, el hada Jodona hace de las suyas en su bastión, mi bolso, jugando a empequeñecer mis llaves para que no las encuentre, Virginia la Cínica me regaña cuando me subo a mi nube y Tú me abrazas con brazos de aire.

Porque yo quiero reírme. Y que mi vida sea siempre de color. Porque ese ruido infernal que hace mi coche, en lugar de cabrearme, me saca una sonrisa. Porque la vida novelada es más vida, y que los demás sigan diciendo que estoy loca, que yo seguiré diciendo que no, que los locos son los demás.